Ana Belén Marmora
Asesora parlamentaria en la Honorable Cámara de Diputados de Argentina. También se ha desempeñado como asesora en el Gobierno de la Ciudad Buenas y en la Secretaría General de la Presidencia de la Nación. Ejerce el periodismo y autora del libro “Hipocresía verde: El descarte selectivo de personas”. Abogada por la Pontificia Universidad Católica Argentina y especialista en Derechos Humanos por la Universidad Austral. Referente internacional en defensa de los derechos humanos a través de la ONG Frente Joven.
¿Qué se juega usualmente en materia de derechos humanos en los debates constituyentes de la región? ¿Por qué son importantes las Constituciones no sólo para el modelo económico sino para el debate de los derechos humanos?
La humanidad está viviendo tiempos históricos. Pandemia. Encierros. Medidas sanitarias. Gestión. Salud. Economía. Decisiones cuestionadas, no tomadas o tardías. La agenda de la realidad nos ubicó regionalmente de frente a las crisis de liderazgo político a las que se enfrenta nuestra región y las dificultades en la toma de decisiones.
Esta circunstancia motivó a empezar a quitarle el polvo a las Constituciones de nuestros países y rescatar en ellas los valores más importantes: lo humano. Como quien busca en un manual de instrucciones, frente a la ineficacia generalizada de los Estados a la hora de responder a necesidades básicas como el acceso a la educación, sanidad y justicia, la seguridad, el empleo y otras, las Constituciones de la región hoy se han vuelto fundamentales para el debate de los derechos humanos en juego frente a las decisiones adoptadas en medio de la pandemia del COVID-19.
Los Estados constitucionales modernos se basan en los principios de la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. Por eso, tal como señala la publicación de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas, los derechos humanos son centrales en el orden constitucional y son transversales a las estructuras del Estado y los procesos de control y toma de decisiones.
Según Henkin y Bobbio estamos en “la era de los derechos”, de modo que no extraña que se ponga en juego nada más ni nada menos que la protección de los derechos humanos fundamentales en los debates constituyentes de la región. Y si bien el fundamento de estos es la propia dignidad de cada ser humano, son varias las funciones de estos en el Estado de Derecho puesto que, entre otras cosas, posibilitan la garantía de la libertad individual, la defensa de aspectos sociales, colaboran a limitar el poder, dar el hombre un estatus satisfactorio de su dignidad.
Las Constituciones son las cartas magnas de nuestros países y, aunque los derechos humanos no necesitan estar escritos en una norma para ser reconocidos, es interesante que en su positivización se pone en juego de qué manera la sociedad quiere reconocerlos en su organización política-jurídica.
En este sentido, señala Henderson que la ubicación jerárquica de los instrumentos internacionales de derechos humanos es un factor de extrema importancia en el momento de solicitar la aplicación de ese derecho ante los tribunales domésticos y para que estos puedan interpretarlo y aplicarlo debidamente.
Entonces, ¿qué se juega en materia de derechos humanos en los debates constituyentes de la región? Pues, fundamentalmente, se juega el reconocimiento de los derechos humanos básicos que explícita o implícitamente se fundamentan en el sustento de todo el resto de los derechos existentes: la dignidad de la persona humana.
Las ideologías buscan y buscarán siempre sumergirse en ellos puesto que a partir de cómo reconoce los derechos humanos básicos en su carta magna una sociedad, se devienen el resto de las leyes, normas y condiciones sobre cómo se va a organizar la vida en comunidad, el respeto entre los ciudadanos, la igualdad y el pleno desarrollo de cada persona.
Una visión reduccionista sobre el valor de las Constituciones en nuestros países podría hacernos suponer que el debate es meramente económico o recaer en un simplismo jurídico positivista que nos haga restringir derechos que exceden lo que diga una norma porque su origen es anterior, como es el caso de los derechos humanos.
Por lo tanto, las Constituciones no sólo son importantes para el debate y respeto de los derechos humanos, también en estos debates constituyentes “se juega” los modelos de sociedad que tendremos. Protegerlas del sesgo ideológico, humanizarlas y ordenarlas a la luz de principios naturales y preexistentes las hará seguramente estar ajustadas a la igualdad, a la no discriminación, a la libre determinación y, en definitiva, a “lo justo”.
